martes, 16 de mayo de 2017

La verdadera historia del Increíble Hombre Menguante



La verdadera historia del Increíble Hombre Menguante Una aventura en blanco y negro.

 Óscar M. Alajarín






Carta del hombre menguante a El País


Que mi existencia milenaria haya transcurrido por los suelos
no quita para que de vez en cuando me revuelva
y adopte ese tono verdoso que tanto temes. 
¿Me recuerdas?
Hubo un tiempo en el que fui un gigante.

Caminé algunos instantes a través de las nubes. 
Mis pisadas convulsionaron las tierras.
¿Me oyes? 
El eco atravesó de maravillas los siglos.

De verdad te digo que no sé de dónde saqué las fuerzas.
Sin aire,   
sin tiempo,
y sin embargo, lo moví todo. 
Descubrí que las miradas del desprecio un día me tuvieron miedo.

Cerré los ojos con la promesa del futuro,  y dormí. 
Desperté en una pesadilla convertido en otro. 


Así que el porvenir era esto: 

un lugar donde mi voz se deshilacha, 
donde a veces, no sé quién soy.

Me busco, pero solo encuentro miles de árboles caídos en mi contra.















Precisiones sobre el hombre menguante

En su pequeñez, logró atravesar los barrotes de la cárcel. 

Se alimentó durante algún tiempo de las migajas que caían de arriba, 
como del cielo.

Sacó algunos billetes del banco por debajo de la puerta.

Y aunque la soledad amenazaba su menudencia, 
tenía la esperanza de encontrar algún día a otros como él.
Quizá una colonia de seres insignificantes. 







 
 



  Parte 1















Episodio 1: El origen de mis males 


En algún momento comenzará mi historia,

durante unas vacaciones menguantes, 
en la horrible mirada de Moloch,
en la nube fosforescente que nos envuelve al caer la noche.

¿Quién soy?
No me recuerdo. 
¿Qué hago en calzoncillos en la cubierta de un barco 
que no me pertenece?







Episodio 2: En el Mar de Moloch

Mis vacaciones en peligro.
Gigantescas olas de ahogados amenazan mi yo.

Ya está, ya ha pasado.
Pensé que esta vez sería el elegido.

Calma.

A pesar de las aguas dormidas
tengo la impresión 
de que la tempestad continúa a escondidas.




Episodio 3: Hay un muerto en la cubierta

Te observo, pero no me suenas. 
Sonríes. 
Has cambiado otra vez de rostro.
De nombre. 

Miramos al muerto mientras se desintegra.

Y el muerto habla, pero no hay quién le entienda. 














Episodio 4: El rostro del muerto

Envejecido, cansado. Pareces una cicatriz, 
como si la historia te hubiera pasado por encima.

¿Qué haces con los ojos abiertos?

Yo mismo te los cierro.













 Episodio 5: Como si estuviera despierto


¿Y si hubiera sido sólo un sueño?
Parecía tan real: como si nunca hubiera sucedido,
y sin embargo, 
tengo la sensación de conservar la mirada del muerto. 












 Episodio 6: Me queda grande la ropa


¿Podría ser el síntoma?

 Mi trabajo es un señor gordo, 
una cucaracha carcomiéndome las sienes.

¿Será porque hay menos aire?,
¿por una caída continua de lo atractivo?

No me mires.
Me avergüenza decirte quién soy. 
Me deslizo frágilmente, sin pausa, 
y no sé a dónde.

¿O podría ser el signo de un ser más perfecto?
¿Entonces por qué ya no te gusta mi cuerpo?

O quizá simplemente me esté muriendo 
Y no lo sepa. 



 

 

 

 

 Episodio 7: Bésame


Antes te ponías de puntillas cuando me besabas.

Cuando hablaba,
las palabras tenían esa forma
que a ti te parecía preciosa.

Ahora es como si no me vieras.
Como si de repente,
el aura que me rodea se desvaneciera.

“Qué cosas tienes, mi amor, 
será qué estás perdiendo algo de peso”













Episodio 8: En busca de remedio 


No existen precedentes. 
Las radiografías no mienten.
Estoy menguando.

¿Existe remedio?

Hay que operar. 
Siempre hay que operar.













Episodio 9: “¿Ha estado en contacto con una nube fosforescente en los últimos cuarenta y ocho años?"


-Algo fantástico y sin precedentes.
Algo que invirtió el proceso de crecimiento.
¿Ha estado en contacto con la fluorescencia
en los últimos cuarenta y ocho años?

-Sí, pero ocurrió durante el sueño.
















 Episodio 10: Las distancias son relativas



Si todo fue un sueño,
si la fosforescencia y las vacaciones en el mar
jamás existieron,
por qué continúo en la pesadilla,

por qué la distancia entre tú y yo se dilata a cada instante.

Dices que podría ser la enfermedad fabulosa,
aquella sin remedio y a la espera, todavía.

Pero yo siento que me estoy alejando de los hombres.
















Episodio 11: El mundo desde otra perspectiva



Ahora puedo ver el mundo desde otra perspectiva.

La monstruosidad de las cosas.
Las violencias que permanecían ocultas en las formas y las sonrisas.
Todo pesa. 
 
Cualquiera es un coloso. Un gesto puede aniquilarme. 
Veo al ser humano como lo que es:  amenazante.
Puedo torcerme el tobillo en cualquier momento, 

al descender del sofá,
al bajar de la cama.
La vida cotidiana es una temeridad.

Aterrado de lo inevitable; 
De morir aplastado por la caída de una delicada hoja otoñal.

 Y entre tanto esperar a que la ciencia descubra aquella antitoxina que atenúe mi ridiculez.




Episodio 12: Las dimensiones del pollo son pantagruélicas



Te observo, enorme, sin rostro,
como si el propio Frankenstein te hubiera creado con sus manos,

Y ya no sé cual de los dos o tres es el monstruo.

Si el creador, 
Si usted, 
Si yo mismo, que lo devoro todo.













Episodio 13: Sin título


"Mi relación con el mundo cesó por completo, excepto con mi mujer. Yo sabía que con mis arrebatos de cólera y despecho la estaba alejando de mí, aunque todo mi ser la necesitaba desesperadamente”.

De la película “El Increible Hombre Menguante”.

No es que esté enfadado con la vida, sino sorprendido. 
Te miro, pero no sé a quién veo.
Cuando despierte mañana quizá seas otra. 
Abro la ventana y la ciudad ha cambiado.
No puedo encontrar tu mirada. 
Has vuelto a cambiar de ojos.
Lo desconoces, pero temo todo de ti.
Qué un día vaya a buscarte, y ya no estés.  
En tu lugar un recuerdo, horror, y ni siquiera eso.
¿O es que todo permanece y soy yo el que va a la deriva,
 cambiando continuamente las formas? 



 

Episodio 14: Necesidad de que conozcas mi historia


 "Sentí que me había convertido en un ser absurdo. Un ridículo enano. Es muy fácil hablar del hombre, del espíritu, de los valores fundamentales,  pero no cuando se mide un metro veinticuatro. Sentí asco de mí mismo, de nuestra casa,  de lo grotesco que se había vuelto mi vida contigo. Tenía que marcharme. Tenía que desaparecer. 
Por primera vez desde mi extraña enfermedad me lancé a la calle solo".

 De la película "El Increíble Hombre Menguante"

Salgo a la calle temerariamente a riesgo de las miradas,
del susurro,  
de esa risa que ha de clavarse necesariamente en mí nuca.

Ahora soy el otro, el insignificante.
El que caerá próximamente en la nada.

Esa es mi tragedia. Convertirme en anécdota.

Quisiera escribir mi historia antes de que otros la escriban. 
Antes de que nadie la escriba.
Dejar en algún lugar, un trazo de mi existencia.

















Episodio 15: Un encuentro casual


Quisiera que los días fueran diferentes.
Me pongo a ello, pero jamás lo consigo.

Poderosas fuerzas que nadie ha estudiado me arrastran.
Quizá el deseo, el hábito, el delirio de los locos,
el cordel invisible del universo.
O quizá la impronta de mi pequeñez.
O el designio de un ser monstruoso que ríe a grandes carcajadas.

Os juro que trato de incorporar a diario lo novedoso.
Una calle jamás transitada.
Un sabor diferente.

Pero al final siempre acabo en el mismo lugar de siempre.

Entonces llega lo inesperado. Lo imposible.
Alguien llama a mi puerta.  

Sucede.

Lo insignificante se ha cruzado conmigo
elevándose a cotas estratosféricas de significados,

 y por algún tiempo al menos, la realidad cambia de forma.







 

Episodio 16: Mi libro



"Aquella noche recuperé la fe en la vida y volví a trabajar en mi libro.  Aquello me absorbía completamente. Estaba contándole al mundo mi experiencia, y al relatarla, todo parecía más fácil"  De la película “El Hombre Menguante”.
 

Como si al escribir mi historia, se detuviera el tiempo.

Si te soy sincero, la palabra me convertirá en un enemigo del universo.  
Me releo.
Parece que me hubiera quedado congelado 
cayendo por el tobogán hacia el abismo con los brazos abiertos, 
cabello al viento, 
como en una de esas fotos de familia donde ya están todos muertos.

Por una parte está el tiempo que me arrastra de los pelos.
Me disuelve.
Y no deja nada de uno, finalmente.

Por otra, una fuerza mecánica construida por el  hombre.
La sobrecogedora idea de que mi decrecencia sea un producto.
Una pérdida de trozos de cuerpo y de memoria.

Y la forma de mi espeluznante ser,  tuviera nombres y apellidos. 






Episodio 17: Ha vuelto a empezar



" - ¿Qué te ocurre?

- Hace dos semanas yo era más alto que tú". 

 De la película "El Increíble Hombre Menguante". 


Ha vuelto a empezar.

Parecía ilusionante.
Y ella, lo casual,
ha cambiado de rostro y ahora es un gigante. 
Nunca la veré más. 

Ni tan siquiera puedo emborracharme
para dejar de pensar, 
para dejar de ser. 

 El chino de la tienda de alimentación no me ha visto.
Me estoy convirtiendo en nadie.

Y a todo esto no venden botellines de cerveza  a la medida de un hombre de mi tamaño. 












Episodio 18: La República de la Abundancia




 Un solo frutal abastece ciudades enteras en mi sueño.
Es hora de celebrar la vida en nuestras casitas de muñecas.

Qué nuestra desdicha deje de serlo.
Ser ínfimos, qué importa,
si tenemos un lugar donde caer muertos.

La necesidad retrocede.
Ya no existen las excusas.

Vamos al encuentro con la existencia,
hacia la maravilla.

Enormes robots sin cabeza cultivan los campos  
 y tú y yo nos entretenemos leyendo el gran libro de la vida,
que apartamos de vez en cuando,

porque es tiempo de comernos el uno al otro.  





 

Episodio 19: Un lento despertar



Desde que soy pequeño, sueño más.

Me gusta pensar.
Me imagino en un mundo de iguales donde poder hablar.

Recuerdo que un día fui normal,
que hablaba a los otros,
a la chica del súper.

Yo la preguntaba "¿Cuánto es?"
y ella me respondía "Diez con seis” .














Episodio 20: ¿Qué hacer?


Sería feliz en mi casa de muñecas
si no fuera por tu voz,  que me retumba,
que me enloquece.

Cada una de mis vísceras se estremece cuando te aproximas, y no es el amor.

Si no fuera porque te doy pena.









Episodio 21: Aproximaciones hacia el final


Si no fuera porque te doy pena
despertarías con tu amante sin necesidad del sigilo nocturno,

pero el inconsciente dejará la puerta abierta

Y el gato entrará para resolverlo todo.

Entonces llegará el final y el refunfuñante microscópico se despedirá abruptamente del mundo.






 




Episodio 22: Los acontecimientos se precipitan 


El gato me quiere,  pero de otra forma.

Si viste la película sobre mi vida,
ya conocerás lo sucedido:

persecución, caída y llegada a lo oscuro.

Perdí el contacto con Ella,
y me expuse a todas las soledades posibles.
La tristeza era inconmensurable,

y de repente me vi contando un chiste a nadie.









Episodio 23: Cambio de paradigma 


El sótano es lo oscuro.
Lugar donde el hombre menguante jamás será visto.
Sin otra cosa que el cuerpo,
lejos de los placeres de la casa de muñecas.
Confort, creo que lo llaman.  

Soledad era aquello que me atravesaba.
Ahora estoy rodeado por ella.











Episodio 24:  Y sin embargo, no estoy muerto


"Hubo grandes aplausos al anunciar que si resultaba elegido haría todo lo posible para reducir los impuestos. De Los Ángeles nos llega una triste noticia; la muerte de Robert Scott Carey, El Hombre Menguante, víctima de una insólita enfermedad desconocida en la historia de la medicina. Así termina la vida de un hombre cuyo valor y voluntad de vivir se mantuvieron hasta el último instante. En cuanto a los deportes..." De la película “El Increible Hombre Menguante"

Que me encuentre en el Tártaro,
en el punto ciego de tu mirada,
no significa que no exista.

Ahora comprendo algunas cosas:

que el infierno pudiera ser esto: el no ser visto,
que se reduzcan los impuestos el mismo día de mi muerte,
que alguien celebre mi desaparición, en este preciso instante.

Ahora comprendo que mis deseos solo eran delirios,
si es que eran deseos la pesadilla de otro.

Quizá mi dolencia no sea única,
sino que afecta a millones.

Eso es, que afecta a millones.






Episodio 25: Reflexiones ante el cambio de paradigma



Sabía algunas cosas,

que el estrés,
el miedo,
y la inseguridad,
aceleraban el proceso.

que el maldito reino de la necesidad,
se estaba apropiando de mi cuerpo,

que la soledad y el silencio me empujaba hacia lo cuántico.

Sabía algunas cosas más, 
que la humanidad, a pesar de todo, se estaba replegando,

y ante mis ojos aparecían monstruos enormes.








Episodio 26: Como la araña




Ante mis ojos aparecen grandes monstruos,
como la araña.

Nuestras miradas son diferentes.

Ella lo que desea es mi cuerpo. 
Yo, la necesidad de huir antes de que me destroce. 

Esto me recuerda a los tiempos de la sin memoria.
Cuando creía que era el que no era.
Cuando a pesar de mi metro setenta, fui insignificante.
Cuando la araña, la otra,  me exigió el ser,
y yo acudí a sus brazos.

Y sin embargo, ahora las cosas han cambiado.












Episodio 27: Lo que ha cambiado



Te miro y sé quién eres.

Huyo, me enfrento, busco un clavo o un alfiler.
No me entregaré a tus brazos,   
no perderé ni uno solo de mis recuerdos.

Querrás obtenerlo todo de mí. 
convertirme en momia, 
dejarme sin la esencia. 
Sé lo que quieres.
La mirada es otra, 
quizá la mía, la de tu enemigo.












Episodio 28: Mi monstruo peludo



Soy un intruso en tu reino,
y he de matarte.

No es nada personal.

Cuando alguien quiere destrozar al otro, siempre dice lo mismo, 
“No es personal”.

Cuando era una persona bastante más alta
me gustaba rescatarte de un desastre seguro.
Nunca te arranqué la vida por placer,
mi monstruo peludo.

Y en la disputa por unas migajas de pan,
me quedaré del todo solo.

La oscuridad será mía.
Y tú serás el muerto.















Parte II
















Episodio 29: El otro lado


El sótano se encuentra arriba. 
Lo oscuro comienza a deslumbrarme.

 La puerta se abre solo para mí
(a pesar de permanecer cerrada.)

Y en mi paso del yin al yang por sendas de paradojas,
camino a través de las rendijas con gran dignidad.
 Y me digo:

"Esto debe ser un ejercicio dialéctico
o algo parecido.
El umbral donde todo cambia. 
Donde los enanos son gigantescos, 
Y los gigantes insignificantes”.











Episodio 30: El rostro de dios



Ayer por primera vez vi tu rostro

Me observabas sorprendido.
Quizá nunca habías visto a un hombre.

No sé que idioma hablas,
ni siquiera si es inteligente.










  

Episodio 31: Impresiones



De vez en cuando tropiezo con un átomo.

Durante los días soleados llueven fotones,
muy molestos, por cierto.

Y la realidad en su fantasmagoría
aparece y desaparece

continuamente.











Episodio 32: Los Otros



En algún lado entre lo inconmensurable,
deben estar ellos, los Otros,
los que resbalaron hacia lo infinitesimal hace tiempo.

Los que despreciados por la realidad,
acabaron conociendo el secreto de lo invisible.










Episodio 33: Una aldea donde el sistema métrico decimal ha desaparecido



Sobre una protuberancia
en lo alto de lo infinitesimal, me saludan.

Me abren sus puertas.  
Me ofrecen vinos y libros

donde se cuenta lo desastroso de su existencia.

Charlamos,
y a pesar de haber desaparecido de la corriente histórica,
no se han disuelto de ninguna manera.












Episodio 34: El reencuentro


Paseando por lo microscópico me he encontrado con él,  con ella,
con la calavera de Yorik, 

y me ha dado un vuelco el corazón.

“Soy de los Otros y me encuentro por doquier”-Me ha dicho.

“Me empujaste a la Nada y descubrí que estábamos todos,
que el sistema métrico decimal había sido abolido,
que nadie medía ni un milímetro más que yo.

Lejos del abominable, del normal.
Al amparo del colectivo.
Aquí, sin perder ni un solo gramo de mi ser.

Abandoné la imbecilidad sin apenas darme cuenta, 
y en ese preciso instante, supe donde me encontraba, 

haciendo los mismos chistes de siempre, 

pero mejorados”.












Episodio 35: Esto debe ser la verdad



Esto entonces, debe ser la verdad.

Buscaba lo cierto allá arriba, en la mirada de un ser imposible,
en los relatos fantásticos,
en marcianos viajando a través del hiperespacio,
en eso, que se desvanecía inmediatamente entre mis manos.

Y resulta que se encontraba mucho más cerca.
En mi propio cuerpo.
En las motas de polvo.
En cualquier cosa.

Mejor dicho; en todas las cosas.

O en otras palabras: nada tiene sentido.








Episodio 36: Sobre una posible guerra entre Ellos y Nosotros



En el otro mundo los gigantes oyen voces.
Creen que están locos.
Lo están.
La risa es la única prueba de nuestra existencia.
Si pudieran vernos tratarían de destruirnos, como siempre.

Guerra absurda.
Porque ellos son los que no existen, pero no lo saben.
Creen que pisan tierra firme,
pero caminan por los aires,

por eso son imposibles sus pisadas,
por eso están a salvo nuestras pequeñas aldeas microscópicas,
donde florece nuestra recién adquirida conciencia.





 

 

 

 

 

 

Episodio 37: Me acuerdo de ti  

 


Telefonearte para decirte que existo,   
pero es demasiado tarde.

Tendré que olvidarte.
En cualquier caso jamás me harías ni puto caso. 
Además, entre lo gigantesco y lo microscópico la comunicación se ha interrumpido.
Las líneas están cortadas.

Así que me dedicaré a ciertos juegos con los míos,  
 con los que estamos fuera de tu vista. 

Había pensado en investigar la belleza, 
 en insuflar vida y fraternidad a lo político,  
 en instaurar la renta básica universal,
 aquí, en nuestra aldea invisible, por ejemplo.

Y sin embargo, cómo olvidarte,
cómo borrar el recuerdo del sufrimiento inmenso 
con el que sembraste los cuerpos.
De tu crueldad brotaron pequeños monstruos,
seres insignificantes y desorientados cayendo a la Nada de continuo, 

como si jamás hubieran existido.













Episodio 38: Amanecer subatómico


Ahora puedo abrir los ojos las veces que me plazca.
Siento cierta felicidad
cuando discuto de filosofía política contigo.

Me gusta cultivar simientes.
Abandonar pequeños inventos en la tierra. 
Teletransportarme en pequeñas partículas,

 a tu lado, sin que tú lo sepas.













Episodio 39: Miles de hombres insignificantes cruzan el Rubicón


Supongamos que la Tierra se va a tomar por culo.
Hay signos que lo anuncian.
Por ejemplo,  
hombres cayendo en la obsolescencia.

En lo microscópico lo sabemos.
No nos importa. 
De tan insignificantes que somos
las reglas de la realidad quedan en suspenso.

Vemos como los gigantes se disminuyen a cada instante 
 y quiebran sus potencias.
No hay día que no se declaren la guerra.

A diario atraviesan el Rubicón
y llaman a las puertas de nuestra república ridícula,

pero nuestra república se ha desembarazado de las puertas.










Episodio 40: Conclusiones



Desde lo microscópico soy inaplastable.

En lo invisible me rodeo de infinitos parques.
Puedo tumbarme en el césped, las veces que me plazca,
sin pagar entrada,  caminar sin llegar jamás a ningún lugar.

Me río de la gravedad.
No me pesa el mundo.
  
Nadie mide ni una micra más que yo.
Caigo a cámara lenta, si es que tengo que caer,

y observo tu dolor con mi telescopio.

No puedes verme porque soy tu propio ojo.
Vivo en tus células.
En cualquier mota de polvo.









Fin









Posible texto para el sepulcro del hombre menguante 

 

 

 


Caminante, espera, detente un instante. 
No tengas prisa, jamás llegarás a ninguna parte.   
Lee estas líneas antes de continuar tu marcha,
escritas cuando todavía tenía cuerpo, nombre, apellidos.

Mi vida pasó.

Tuve exactamente los mismos miedos que tú. 
Apenas tiempo para realizar mis deseos, 
para deshacerme de mis necesidades.
Me consumí en los sueños de otro. 
Yo creía, pobre de mí, que era el mismo centro del universo.  

Ya es demasiado tarde. 
No ha quedado ni un solo un gesto mío.
¿A quién le importa?

Pero además de yo, fui otro.
Un ser sin ser, de múltiples nombres y rostros, milenario.
Significante e insignificante, de voz terrible, 
cuando por fin conseguía expresarme.

Cambiante.

He sido pueblo, siervo, esclavo, plebe, clase obrera,  clase media, si es que existe, 
proletario, trabajador, masa informe

A veces ocurre, dura tan sólo un instante,  
que se abre la puerta, más allá de la cual soy enorme.   
Mi cuerpo multitudinario atraviesa las nubes,   
mis pisadas, dejan huellas indelebles.

¿En qué momento comencé a caer?

En cualquier caso ahora soy el muerto.

Nada tiene sentido, eso no hay que olvidarlo jamás,   
 pero si quieres, da un sentido a la nada, 
para que su carga no sea tan pesada: 

vuelve a respirar.

Enciende velas para mi vuelta.

Quizá regrese.

Quizá reaparezca un gigante.

Quizá no me haya ido jamás. 


















La verdadera historia del Increíble Hombre Menguante

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